EL COLLAR DE VARIAS VUELTAS.
TERCER PERIODO 6°
LA FAMILIA Y LA PRÁCTICA DE LA JUSTICIA
LEE EL SIGUIENTE CUENTO.
Pancho, le decía su mamá de cariño, es necesario practicar la justicia como te lo hemos enseñado en casa, nunca devuelvas mal por mal, al contrario, debes hacer pactos o tratar de conversar o buscar soluciones a tus problemas.
Esta bien máma, dijo Pancho con una sonrisa burlona, iré a mi cuarto y mañana hablaremos más del tema, creo que es muy interesante. Listo, dijo su mamá alejandose hacia la cocina, mándale saludos a Zero-Zero, ojalá vivan hoy una nueva aventura.
Pancho había conocido
a su amigo Zero-Zero en un chat interplanetario, y en cuanto pudo, compró un
billete espacial para ir a visitarlo. Pero mientras Zero-Zero le mostraba las
maravillas de su planeta Pancho tropezó, y fue a dar un tremendo cabezazo contra
una esfera que había junto al camino. Con el golpe, la esfera se abrió, y de
ella surgió un pequeño hombrecillo. Tenía un enorme chichón el cabeza, y un
enfado aún más grande.
Zero-Zero se puso muy
nervioso, tanto que apenas podía hablar. Y antes de que Pancho pudiera pedir
disculpas, aparecieron dos enormes robots con uniforme. Sacaron unos pequeños
aparatos y rastrearon toda la zona. Al terminar, del aparato surgió una pequeña
tarjeta metálica que uno de los robots entregó al accidentado. Y sin decir nada
más, agarraron a Pancho y al hombrecillo y se los llevaron de allí a toda
velocidad.
Cuando Pancho quiso
darse cuenta, estaba encerrado en una gran esfera con el hombrecillo y otro
robot de aspecto muy serio vestido con una toga negra. Antes de saber lo que
pasaba, escuchó al robot decir: “adelante”. Y sin más, el hombre le dio un buen
golpe en la cabeza. Tras el golpe, el robot sacó uno de esos aparatos, revisó
la dolorida cabeza de Pancho, y terminó entregándole una tarjetita metálica.
- Demasiado fuerte.
Es su turno. No se exceda de lo marcado en la tarjeta.
Pancho no entendía
nada. Miró a su alrededor. A través de las paredes pudo ver numerosas esferas,
cada una con su robot y su toga, y gente dentro dándose golpes y empujones,
todos con sus tarjetitas metálicas. El hombrecillo, enfrente de él, le miraba
con miedo, y el robot seguía expectante a su lado.
- Puede golpear.
Recuerde, no más de lo que marca la tarjeta- insistió el robot.
Pancho no se decidía.
El robot de la toga le explicó impaciente:
- Este es un proceso
de justicia exacta. No debe preocuparse de nada. Ambos recibirán exactamente el
mismo daño. Si uno se excede, se le entregará una tarjeta con el valor exacto
para que todo quede nivelado.
¿Justicia exacta?
Aquello sonaba muy bien. Nadie podía salir más perjudicado que el otro y todos
recibían lo mismo que habían provocado. Pancho estaba sorprendido de lo
avanzados que estaban en aquel planeta. Tenía tantas ganas de comentarlo con
Zero-Zero, que corrió hacia la puerta.
- No puede irse- dijo
el robot impidiéndole el paso. - Debe completar el proceso, debe acabar los
puntos de su tarjeta.
Pancho quedó
pensativo. No le apetecía golpear otra vez a aquel pobre hombre; en su casa había aprendido con sus hermanos que no era bueno devolver golpe por glope, aunque la
verdad es que él se la había devuelto bien fuerte...
- Está bien. Lo
perdono- dijo finalmente.
- No- volvió a decir
el robot- debe terminar los puntos de la tarjeta. Esto es un proceso de
justicia exacta.
¡Qué pesado! ¿Cómo no
iba a ser posible perdonar a alguien? Pancho empezó a sentirse molesto con
aquel robot tan estirado, así que tomó su tarjeta, la partió por la mitad, y
dijo.
- ¡Mira! Ya no quedan
puntos.
El robot pareció
descomponerse. Empezó a emitir pitidos, se le encendieron mil luces y perdió el
control de sus movimientos. Y cuando parecía que iba a explotar, todo volvió a
la normalidad y dijo tranquilamente:
- Es correcto. Ahora
pueden irse. Gracias por utilizar el sistema de justicia exacta.
La puerta se abrió,
pero antes de poder saludar al asustado Zero-Zero, Pancho tuvo que quitarse de
encima al hombrecillo, que no hacía otra cosa que abrazarlo y darle las gracias
como si le hubiera salvado la vida.
Al salir de la
esfera, Pancho empezó a comprender. Aquí y allá podían verse usuarios del
sistema de justicia exacta retirados en camillas, o extremadamente agotados y
cansados. Zero-Zero le explicó mientras volvían que el único problema de la
justicia exacta era que resultaba casi imposible devolver el daño exacto, y los
juicios e intercambios de golpes llegaban a durar días y días. Tal miedo tenían
todos de tener algún juicio, que muchos vivían aislados en pequeñas esferas de
cristal, como el hombrecillo de su accidente.
Pancho se fue a los
pocos días, pero su nombre no se olvidó nunca en aquel planeta. Nadie antes
había perdonado nada, y gracias a él habían descubierto que el perdón es una
parte necesaria de la justicia.
( AUTOR: Pedro Pablo Sacristán. ADAPTACIÓN: Jorge Pinilla )
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